miércoles, 18 de octubre de 2017

LARGA VIDA A LA ABAP POTOSÍ



En todos los aspectos de la vida mundana de las asociaciones, siempre hay una línea que une  la responsabilidad entre el común denominador de socio versus asociación, hay deberes como también hay obligaciones.

Hace pocos minutos, o más bien corto tiempo, reclamé como simple socio distante, apegado a las buenas costumbres del wassap de la ABAP POTOSÍ, que la institución debería dar catálogo o certificación por exposición, nadie trabaja gratis así por así, se da cuotas de hasta 60 bolivianos por exposición y los socios no reciben nada a cambio. Este pequeño detalle escrito con todo respeto con un por favor, molestó e hirió como se lo deba llamar de sobre manera al Administrador del grupo EVER FERNANDEZ QUINTANILLA, aduciendo que, de forma literal: “Parecieras que nunca hubieras vividos en Potosí las necesidades económicas por las que atraviesan los artistas potosinos, y el bloqueo del grupo es como directiva no a nivel personal. Estas desanimando a varios artistas noveles que exponen sin recibir nada a cambio sólo por cariño al arte”.

Yo he vivido en Potosí más de lo que uno se imagina, he comido polvo como artista novel y por eso reclamo ahora por ellos, no desanimo a los noveles artistas que noveles se hacen estafar por algunas personas del medio que ni saben pintar. La ABAP en vez de servirse de los noveles artistas debería ampararlos e incentivarlos por lo menos con un catalogó o un certificado a su trabajo. Se supone que una ABAP es una institución, entre comillas “Asociación”, con deberes, obligaciones y derechos o viceversa, es decir persona jurídica, con personalidad, al amparo de sus afiliados. Cada socio tiene derecho a voz, porque paga sus cuotas de forma oportuna, trabaja por la institución aunque uno este exiliado de forma involuntaria. Por todo ello, larga vida a la ABAP  POTOSÍ, en el día del pintor.


Esta es mi carta abierta, reclamo público y renuncia a la institución. Atentamente Nelson Jaliri.

martes, 17 de octubre de 2017

EL PAISAJE EN LA PINTURA POTOSINA




Cosa sabida que el color particular de Potosí  no es como lo pintan nuestros actuales pintores y en especial nuestros alumnos que estudian en la Carrera de Artes de la Universidad potosina, es un color que contrasta con lo áspero del ocre de sus paredes, lo aldeano de sus tejas, con Lo monótono hosco de un color frio, de todo lo solitario y especialmente lo melancólico y sombrío, en pocas palabras mucha tristeza en el color de la pintura potosina.

Pero no es culpa de nuestros pintores, esto ya lleva consigo desde la colonia, desde la conquista que más que conquista fue violación, matanza, desolación, abandono, ultraje, desorden, robo y todo lo que una conquista puede llevar consigo para que nuestros pintores potosinos tengan ese remordimiento de pintar el paisaje potosino, visto con los ojos rojos de una paleta en colores ocres y fríos.

El paisaje potosino no es todo eso, es un paisaje más alegre, más compenetrado con lo que uno ve, con lo que uno siente, un color rosa, violáceo cálido, o un verde más al amarillo. Es lo que trata de decir el maestro Alfredo Loayza, cuando pinta su cosmovisión del espacio paisajístico de Potosí, pero como nuestros pintores locales no leen, ni menos van a exposiciones, peor no se dan el lujo de ver el paisaje potosino como obra de arte y más es la observación de una paisajística compenetrado a lo banal, a lo que los ojos simplemente ven lo que ven, el ojo del artista no se habitúa al color real del paisaje artístico.

Por lo tanto, nuestros pintores que además de estar encerrados en un latifundio artístico colonial, viven sobre todas las cosas del color ocre, quizás por el color de la copajira, claro está que lo paisajístico es agrandar o proyectar la mirada como artista y no mimetizar el espacio, entonces se comprende que la sombra por más que sea oscura no es negra, es más bien de otro color.- N. Van J.