Cosa sabida que el color
particular de Potosí no es como lo
pintan nuestros actuales pintores y en especial nuestros alumnos que estudian
en la Carrera de Artes de la Universidad potosina, es un color que contrasta con
lo áspero del ocre de sus paredes, lo aldeano de sus tejas, con Lo monótono
hosco de un color frio, de todo lo solitario y especialmente lo melancólico y
sombrío, en pocas palabras mucha tristeza en el color de la pintura potosina.
Pero no es culpa de nuestros
pintores, esto ya lleva consigo desde la colonia, desde la conquista que más
que conquista fue violación, matanza, desolación, abandono, ultraje, desorden,
robo y todo lo que una conquista puede llevar consigo para que nuestros
pintores potosinos tengan ese remordimiento de pintar el paisaje potosino,
visto con los ojos rojos de una paleta en colores ocres y fríos.
El paisaje potosino no es
todo eso, es un paisaje más alegre, más compenetrado con lo que uno ve, con lo
que uno siente, un color rosa, violáceo cálido, o un verde más al amarillo. Es
lo que trata de decir el maestro Alfredo Loayza, cuando pinta su cosmovisión
del espacio paisajístico de Potosí, pero como nuestros pintores locales no
leen, ni menos van a exposiciones, peor no se dan el lujo de ver el paisaje
potosino como obra de arte y más es la observación de una paisajística
compenetrado a lo banal, a lo que los ojos simplemente ven lo que ven, el ojo
del artista no se habitúa al color real del paisaje artístico.
Por lo tanto, nuestros
pintores que además de estar encerrados en un latifundio artístico colonial, viven
sobre todas las cosas del color ocre, quizás por el color de la copajira, claro
está que lo paisajístico es agrandar o proyectar la mirada como artista y no
mimetizar el espacio, entonces se comprende que la sombra por más que sea
oscura no es negra, es más bien de otro color.- N. Van J.
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